¿Quién nunca se ha puesto nervioso ante el conocimiento de que debe realizar una presentación oral?
Ya sea un trabajo de clase, una conferencia empresarial o unas breves pero emotivas palabras en la boda de un amigo. Todos conocemos esos nervios que hacen que nos tiemble el pulso, se nos nuble un poco la visión y aumente la temperatura de nuestro cuerpo varios grados aunque nuestras manos permanezcan heladas. El corazón se nos pone a mil y la respiración se agita. En resumen, no es un momento agradable, eso es así.
Sin embargo, hemos de ser conscientes de que estas situaciones aparecerán en un momento u otro a lo largo de nuestra vida. Somos seres que vivimos en sociedad y, ya sea por un tema laboral o social, en algún momento deberemos exponernos ante los demás.
Es por ello que cuanto antes aprendamos a normalizar estas situaciones, menos malos ratos nos daremos. El objetivo de este post será dar una serie de consejos y técnicas que os ayuden a reducir el malestar que conlleva la exposición ante el público.
Desde que formo parte del equipo Inspira Workspaces, hemos organizado cientos de ponencias en cada una de nuestras salas de reuniones en las cuales he conocido a personas que me han dejado impactada por su facilidad de oratoria y dotes de comunicación, que han llevado a cabo exposiciones increíbles que han finalizado con un fuertísimo aplauso de admiración. Sin embargo, recuerdo un caso particular en el que me quedé completamente anonadada. Ese día, se realizó en nuestro Workspace una ponencia acerca de cómo atraer y retener talento en las empresas. Recuerdo perfectamente al ponente encargado de llevar a cabo la exposición. Hablaba con una voz potente, rotunda, se le veía muy seguro de lo que estaba explicando y se movía con soltura y aparente relajación. A mí, personalmente, me llamó la atención enormemente, ya que consiguió atraparme con su discurso de principio a fin. Cuando la reunión finalizó, yo me dirigí a la sala con la intención de comprobar que todo estaba correcto y fue cuando lo encontré recogiendo su maletín. No pude evitar felicitarle y recuerdo decirle que admiraba la forma de transmitir su mensaje delante de tantísimas personas ya que, como os digo, es algo que siempre me ha costado sobremanera. Pues, para mi sorpresa, este hombre me contestó que durante su ponencia, había pasado unos nervios horribles, y el que más sorprendido quedó con el aplauso que le dedicaron al final fue él. Me quedé sin habla. Pero fue una forma de demostrarme a mí misma que todo, absolutamente todo se puede conseguir si trabajas una actitud fuerte y decidida en lograr lo que te propongas.
Creo que soy una persona muy indicada para escribir este post, ya que no sabéis lo histérica que me ponía hace unos años ante la simple idea de tener que exponerme ante cualquier público. Recuerdo de pequeña en el colegio, que cada año se organizaban concursos de dibujo y redacción. A mí me apasionaban, sin embargo me aterraba poder ganar alguno de ellos porque eso implicaría que el día de la fiesta del colegio tendría que salir al escenario a recoger mi premio. Ya de más mayor, practicaba patinaje artístico. Me encantaba ir cada día a bailar sobre mis patines, con mi traje de patinadora y mis ruedines rosas. Sin embargo, nunca me presentaba a los concursos individuales porque me entraba un pánico irrefrenable ante la mera idea de debutar delante de cientos de personas y encima siendo juzgada por un jurado con cara de pocos amigos. Pero, lo más duro llegó cuando comencé mi carrera universitaria. Todas mis asignaturas llevaban aparejadas un examen y un trabajo final, el cual debías exponer ante el resto de tus compañeros… En cuanto lo supe, traté de hablar con cada uno de mis profesores para intentar cambiar esa exposición por cualquier otra prueba que no conllevara hablar en público, aunque fuera mucho más dura. Sin embargo, todos ellos declinaron mi propuesta.
Fue en ese momento en el que me planté delante del espejo, me miré y me dije,… “Esto es lo que hay, si quieres sacar tus estudios adelante, tienes que asumir que tienes que pasar por estas situaciones y que además debes conseguir hacerlo bien y sacar la máxima nota que puedas”. No sabéis lo que me costó afrontarlo. Recuerdo que tenía a mis padres aburridos con mis ensayos de presentaciones. Se las repetía durante horas y horas hasta que me aseguraba de saber mi discurso a la perfección y de tener controlado el temblor de mi voz y de mi pulso. No sabéis la cantidad de exámenes orales de inglés que suspendí porque los nervios me dejaban la mente en blanco y era incapaz de pronunciar una sola palabra.
Como veis, lo mío era fuerte. Pero como os digo, me di cuenta de que esto debía cambiar, por mí, por mi bien, por mi salud mental y por mi carrera profesional. ¿Qué fue lo que hice?
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ToggleConsejo #1: Asúmelo. Cuánto antes lo hagas mejor.
Lo primero es asumir que debes enfrentarte a estas situaciones. Si no vienen desde el ámbito académico, llegarán más tarde en el ámbito profesional en una reunión de trabajo con tu equipo o quizá te toque presentar un producto en una sala llena de posibles clientes, por lo tanto, tenemos que ponernos manos a la obra desde ya. Con decisión y fuerza, todo se puede conseguir, pero hay que tenerlo muy claro y no dejarse amedrentar.
Consejo #2: Entiende a tu cuerpo.
Debemos entender las reacciones de nuestro cuerpo desde la perspectiva de la psicología. ¿Qué sientes cuando te dicen que debes exponer un discurso delante de muchísima gente? Miedo. ¿Y qué sucede cuando nuestra mente percibe ese miedo? Que envía estímulos nerviosos a todo nuestro cuerpo en señal de alerta, para que esté preparado por si algún peligro nos acecha. Es por ello que nuestro corazón late a una velocidad mayor, respiramos más seguido debido a que nuestros pulmones han sido ordenados a suministrar una mayor cantidad de oxígeno, nuestro sistema fisiológico se tensa para reaccionar ante cualquier movimiento, lo que conlleva a un aumento de nuestra temperatura y a una mayor sudoración. Debemos entender que esto es una respuesta sabia de nuestro cerebro siguiendo su instinto más animal, y no tomarlo como algo incontrolable que nos lleve a incluso aumentar nuestro nerviosismo. Esta reacción es completamente normal, tómala como algo natural y trata de llevarlo lo mejor posible.
Me parece interesante dejaros en este apartado este vídeo, creado por el Centro de Terapia Focalizada, que explica muy bien todas estas reacciones que sufrimos al experimentar un ataque de pánico y cuáles son las causas que las motivan. De este modo, me gustaría que entendierais que todas estas reacciones son absolutamente normales y que no debéis asustaros más aún (si cabe):
Consejo #3: Copia.
Seguro que tienes en la mente a alguna persona que piensas, qué bien habla, con qué naturalidad y qué gran capacidad tiene para transmitir su mensaje. Pues cópiale. No hay nada de malo en ello, no se trata de estar usurpando identidades, sino de hacerse con las técnicas de las personas que admiramos y llevarlas a nuestra forma de comunicarnos. En mi caso, me inspiré muchísimo en un personaje de una serie a la que estaba enganchada. Era una mujer segura, fuerte y decidida. Traté de imitar su forma de actuar y realmente me ayudó muchísimo. Como veis, no hace falta que sea una persona real, simplemente alguien que te sea inspirador.
Consejo #4: Confía en ti.
Cree un poquito más en ti. Si llenas tu mente de pensamientos negativos acerca de ti mismo, tu autoestima se verá afectada negativamente. Pensamientos como… “Es que no puedo”, “Es que es algo que me supera”, “¿A quién pretendo engañar?”, “Nunca podré llegar al nivel de mis compañeros” o “Yo no valgo para esto”. Cada vez que alguna de estas ideas se asomen por tu cabeza, ¡STOP! No dejes que crezcan y realmente acabes creyéndotelas. Debes mantenerte fuerte y motivado. ¿Para qué ponerte trabas a ti mismo? Debes ser cuidadoso y calmado contigo mismo. Imagínate que estás tratando de tranquilizar a un amigo. Pues esas palabras que le aconsejarías, dítelas a ti mismo. Verás cómo conseguirás calmarte.
Consejo #5: El discurso.
Ante estas situaciones de puro nervio, se nos olvida que lo más importante y por lo que estamos ahí es porque debemos dar un discurso. Céntrate en crear un texto con un contenido de calidad, que cree interés y expectación. Para ello es fundamental que domines la temática del discurso. Si posees conocimientos y fundamentos de lo que estás exponiendo, irás muchísimo más seguro y además transmitirás sabiduría y confianza a tu público. Como me aconsejaron una vez que tuve que exponer un trabajo en clase: “Recuerda que la que más sabe del tema eres tú”. Y en realidad, así es. Tú has creado ese discurso, tú has estudiado y trabajado sobre ese tema en concreto, tú has absorbido la información y conocimientos del asunto. Nadie más en la sala domina el tema tanto como tú. ¡Así que tranquilo! Piensa que el experto aquí eres tú.
Consejo #6: El Público.
Un factor muy importante a la hora de dirigirse al público es conocer sus características. Esto te permitirá adaptar tu discurso para que resulte más apropiado y atractivo y atrape más su interés. Por ejemplo, recuerdo cuando tuve que exponer en menos de diez minutos mi Trabajo de Fin de Carrera en la gala de mi graduación. Como os imaginaréis, el auditorio estaba repleto de compañeros de clases y asignaturas, pero también acudieron sus familiares; desde padres y madres hasta niños y abuelos. Mi trabajo consistía en explicar el análisis financiero-contable de una cadena de hoteles internacional. Yo pensaba… mis compañeros de la facultad de economía imagino que podrán entender la información que transmito pero… ¿y el resto?
Ya me estaba imaginando los comentarios de padres y abuelos, pensando en cualquier otra cosa, y sin prestarme la mínima atención ya que… ¿de qué está hablando esta chica? No entiendo absolutamente nada…
Por ello, dediqué un esfuerzo en adaptar mi discurso lo máximo posible al entendimiento de todos los públicos. A veces, es inevitable abordar un tema que conlleva terminología que no todo el mundo conoce, pero se puede explicar brevemente para que al menos, las personas que no hayan escuchado ese término en la vida, tengan un básico concepto del mismo tras tu presentación.
Cuando terminé, recuerdo sentirme pletórica y satisfecha porque había conseguido la atención de todo el público y un aplauso final que me puso la piel de gallina.
Consejo #7: Engancha.
Una vez leí que el cerebro humano recuerda mucho mejor el inicio y el final de un discurso y en menor medida el contenido del mismo. Esto se debe a que nuestros niveles de concentración están más alerta al comienzo de la acción, perdiendo intensidad con el paso del tiempo. Por ello, te recomiendo que dediques un esfuerzo mayor en elaborar una introducción con gancho, que atrape el interés y en finalizar con una conclusión impactante, ya que será con lo que se quede tu público. Por ejemplo, suele dar buen resultado finalizar con una pregunta abierta dirigida directamente a tus oyentes.
Bueno, seguro que si sois de esos que se ponen extremadamente nerviosos ante estas situaciones, habréis buscado consejos que os ayuden a llevar este momento lo mejor posible (me incluyo en ese grupo de nerviosos en apuros). Por ello, espero que mis estrategias y experiencia os puedan ayudar tanto como me ayudaron a mí. ¡Ánimo! ¡Si yo pude con ello, vosotros lo lograréis con creces!